
Una ciudad soñada, creada tal vez, a imagen y semejanza de la Bell Ville inmortalizada por Julio Verne en su libro “Los Quinientos Millones de La Begún”, obra literaria que contaba acerca de una ciudad creada y pensada para un mundo nuevo, higienista, ambientalista, que se erguía ante la incipiente polución creada por la Revolución Industrial que estallaba en Europa en las postrimerías del siglo XlX. En la ciudad literaria se formaba un cuadrado perfecto, nuestra ciudad de las diagonales, con una llamativa imagen y semejanza que la poética, nació como símbolo de unión nacional, convirtiéndose en la histórica ”Cuestión Capital”.
La Plata, recibía por ese entonces el nombre del rio que bañaba sus costas, o como algún historiador pregonó, tal vez el nombre devenga en un vedado homenaje del gran escritor gauchesco del “Martín Fierro” don José Hernández a su madre que llevaba el apellido Plata y que fue quién impulso en la Cámara de Diputados, este nombre para la ciudad en ciernes.
Una ciudad planificada, con obras arquitectónicas de gran porte, arboleda de distintas especies diseminadas por todo el perímetro, en cada calle una especie diferente con olores particulares, con plazas enclavadas cada seis cuadras con sospecha masónica incluida (el seis repetido varias veces, como símbolo de la bestia), una orbe que se fue consolidando con mitos y leyendas que se agigantan con el correr del tiempo.

Hasta aquí la historia conocida, ¿Pero, la periferia, el Gran La Plata, ¿Cómo se planta ante la orbe soñada?
En sus inicios la periferia platense servía para sostener las necesidades del gran orbe en ciernes, con espacios nítidamente identificados, como eran las zonas de La Granja, Las Quintas, Los Hornos o Abasto.
Con un oeste platense en crecimiento constante, desordenado, caótico, verde, sin ese olor a tilos y diagonales como escribiera un poeta platense, pero sí con aroma a tomate fresco, a lechuga, alcauciles, morrones y zapallitos, bocanada de aire fresco de trabajo y tierra fértil.
Los que habitamos este bendito espacio de tierra que nos toca en suerte vivir, debemos preocuparnos, juntos, vecinos y representantes de entidades de la región, organizándonos en pos de mejorar nuestra calidad de vida. El crecimiento demográfico evidenciado especialmente en Olmos, Abasto, Romero y Etcheverry, nos ubica en un mapa al que le faltan aristas de planificación. Que el cada vez más rápido fluir del tiempo no nos nuble la razón, quedándonos estancados, mirando como cientos de vecinos se suman y se avienen a vivir por estos lares, reivindicando la potencialidad de estas tierras, que abre sus brazos para recibirlos, flaqueando en infraestructura hidráulica, en calles para acceso a los nuevos barrios, de servicios vitales que faltan (agua, cloacas, gas), iluminación, recolección de residuos entre otros problemas que deben solucionarse a corto plazo.
En estas épocas de pandemia, la falta de servicios esenciales, complica la situación donde los asentamientos pueden convertirse en vectores pasibles de contagio, de este virus que ataca sin piedad y que nos tiene en una larga cuarentena.
La falta de construcción de una Comisaría propia y Cuartel de bomberos, además de un nuevo establecimiento educacional para un pueblo que a crecido en un 95 % en los últimos diez años se hace cada vez más imperativo. Con cerca de 43 mil habitantes y otros 2000 más que se suman desde el “Gigante del Oeste”, casi un pueblo dentro de otro pueblo, acelera el proceso para la solución emergente desde la accesibilidad y los servicios básicos, como también aquellos que atañen a seguridad, educación y salud, puntos donde desde hace años venimos flaqueando.
A la creación de los nuevos barrios del PROCREAR y aquellos ya enclavados desde hace años, se debieran respetar los espacios de uso público para la creación de plazas, a modo de pulmón verde, muchos de nuestros barrios carecen de espacios recreativos, puesto que no fueron utilizados para el fin propuesto, lo que habla a las claras de la falta de planificación a la que hacíamos referencia.
Es evidente que los pueblos de la periferia crecen desenfrenadamente y nosotros no podemos siquiera seguirle los pasos, es tiempo de unir ideas en un plan de rejerarquización de nuestro suelo, jamás llegaremos a atarle los cordones (a modo de eufemismo) a la ciudad soñada, pero quién sabe, quizás algún día, para los que vivimos en estos pueblos de crecimiento caótico y desordenado de los confines de la ciudad, nuestros sueños también se conviertan en reales.

Por Jorge Girano
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