
En estas lineas realizaremos un análisis de la crisis económica 1999-2001 y sus relaciones con el presente. Para ello, iniciaremos nuestro recorrido con un período previo que se remonta a 1989.
Historia a contrapelo
“Articular históricamente el pasado no significa conocerlo “como verdaderamente ha sido”. Significa adueñarse de un recuerdo tal como éste relampaguea en un instante de peligro. […]”
(Walter Benjamin)
El período 1989 y 2001 (1989-1999 Carlos Menem; 1999-2001 Fernando De la Rúa), comienza con una crisis y un proceso hiperinflacionario que son neutralizados con ajustes y reformas estructurales fundadas en las consignas del Consenso de Washington. Sus resultados son nocivos sobre el empleo, los salarios reales. Este contexto, presenta un régimen de convertibilidad (abril de 1991). Se caracteriza por un dólar barato que tiene ciclos cortos de expansión, crisis y depresión. Asimismo, alberga un efecto de freno del proceso inflacionario al costo de convivir con la deflación.
En estas circunstancias, se ahonda un proceso de reestructuración y desindustrialización del Estado (puesto en marcha durante la dictadura militar del 76). Se desarrolla un programa de ajuste que se basa en eliminar todo aquello que no contribuye o aporta valor al servicio o producto suministrado al público.
Las medidas producen una serie de efectos. En principio, una fuerte reducción del gasto público, descentralización administrativa y el traslado de competencias (salud-educación) a los niveles provinciales y municipales. Asimismo, una creciente importancia en la producción de alimentos, bebidas, la refinación de petróleo, la industria petroquímica, la producción siderúrgica y la industria automotriz. Estas actividades están concentradas, en mayor medida, por poderes oligopólicos, y obtienen un crecimiento enmarcado en medidas tendientes a promocionarlas y protegerlas. Tambien propician una desregulación de los mercados y privatización. Por otra parte, se da un disciplinamiento de la clase trabajadora. Ello se observa en una reducción del salario real promedio y en el aumento de las tasas de desempleo, subempleo, pobreza e indigencia.
De manera sintética, podría expresarse que se asiste a la reformulación del rol del Estado frente a la economía y la sociedad.
Efectos de a crisis económica 1999-2001
La situación descrita genera múltiples trastornos en el mercado laboral. Se vislumbra una fuerte disminución del empleo formal y la pérdida progresiva de construcciones identitarias tradicionales. El rol del sujeto en el trabajo y el ideal del empleo “para toda la vida” se ve resquebrajado. Paralelamente a este deterioro de la situación en materia de empleo e ingresos, surgen numerosos y heterogéneos movimientos sociales. Se caracterizan por ser no tradicionales, con pocos vínculos o incluso relaciones conflictivas con la administración del trabajo, las instituciones de la sociedad civil, las organizaciones sindicales y los partidos políticos tradicionales (entre ellos encontramos a los movimientos de trabajadores desocupados).
Entre 1999 y 2001, se refleja un agotamiento del modelo producto de la reestructuración operada. Como consecuencia de ello y de las características políticas del gobierno de De la Rúa, irrumpe una crisis económica y de representación generalizada. En un marco de saqueos, protestas (y del decreto de estado de sitio), en las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001 (en la Ciudad de Buenos Aires) se gesta una de las movilizaciones de carácter semi-espontáneo más masivas en la historia del país, que obliga a la renuncia del presidente y deja como saldo 40 muertos.

Naturalizaciones crisis económica 1999-2001
El período, que quedaría marcado a fuego en la mente de los argentinos. Marca un período de retracción de los derechos laborales, un descenso sostenido en la calidad educativa, un aumento en los índices de marginalidad, entre otros aspectos. A partir de este momento, los argentinos comenzamos a normalizar la denominada “pobreza estructural”. Se articulan nuevos conceptos que calan hondo en el sentido común de los ciudadanos. Se apoyan condiciones desfavorables en el trabajo, la reutilización del término “vago” para aquellos sectores que habían quedado fuera del sistema. La nación, históricamente, había construido la idea de que ser parte de la clase trabajadora dignificaba (elemento profundizado con el peronismo de 1946 a 1952); con el derrumbe económico tras el neoliberalismo (también propiciado por un gobierno peronista) se hace patente la idea de la culpabilización.
Muchos de los desempleados se ven así mismos como responsables de la situación; al mismo tiempo el gobierno de esa etapa al fomentar la idea de eficiencia y ajuste refuerza la idea de culpa.
Este momento histórico también lleva a naturalizar la caída en los servicios públicos, vistos como un gasto. Salud y educación fueron los sectores más afectados. El caso de las escuelas, tal vez una de las instituciones más cercanas a la gente, manifiestan un descuido progresivo en las condiciones edilicias, los recursos y la calidad educativa.
Inquietudes desde el presente
Al mirar las cenizas de nuestras peores crisis debemos realizar un inevitable examen: ¿Cuánto de los traumas que ya vivimos estamos repitiendo? ¿Cuántas injusticias hemos normalizado? ¿La salud y la educación son verdaderamente gastos? La pobreza, hecha algo cotidiano, comercializada, establecida como estigma aparece en nuestra sociedad cada vez con más fuerza ¿Es justa la idea de considerar que el pobre nunca llegará a la universidad? ¿Es normal que el no tener obra social implique no tener una cobertura? ¿Está bien que en las secundarias no hayan manuales o si los hay sean pocos y estén destruidos? ¿Es justo que a un marginado que no tiene obra social le saquen un diente porque no puede costearse el arreglo? ¿Es común el desempleo generalizado o el subempleo? ¿En qué momento como argentinos hemos dado la espalda a nuestra historia y dejado que las cosas lleguen a este punto?…
La historia y la memoria tienen mucho que decir de nuestro presente. Las ruinas se acumulan y un frío eco nos advierte “esto ya lo he vivido”… esta voz grave, la voz de quienes perecen silenciosamente se hace cada vez más fuerte; quienes oigan pueden dar la espalda (y peligrar) o mirar este acantilado sin fondo… quienes tengan el valor de echar un vistazo deben estar advertidos: cuando observen la oscuridad y un frío invernal devolverán sus miradas…
Por Cristian Girano: Historia a contrapelo: Crisis económica 1999-2001
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